UN POETA

El ser humano tiene derecho a enamorarse de quien le de la gana. Sí uno es correspondido o no, ya es otra cuestión. Un día mi corazón decidió enamorarse de una mujer —o tal vez sería yo (por qué siempre separamos, la mente, corazón y el yo, todo es uno mismo, pero creo que no gusta hacernos o actuar el papel del tonto, en fin, siempre le estamos poniendo un concepto a todo, y dejando lo importante para después)—, de unos ojos verdes, unos rizos de miel: de una quimera.

Pánfila, Petronila, Casiana, Chona, Niké, Casandra; que importa su nombre. Es el universo, el sueño del poeta. Que al igual que Pigmalión, desea y le pide a la diosa Afrodita que le cumpla su fantasía, que le dé vida a su utopía. Aunque siendo realista y escéptico el poeta debería saber que todo es un mito, historias del pasado, y que lo único que tiene y lo sostiene es el sueño, ese sueño, y nada más. Pero como dice el dicho no tiene la culpa el indio, sino quien lo hace compadre. Y si el poeta desea y quiere sueño, sueño es lo que tendrá.

Tan cercas y lejos los cuerpos, las mentes, los pensamientos y sentimientos. ¿Adónde van? ¿Cuál es su destino? ¿Existe acaso un final?, o todo esto es una simple farsa, una salida fácil y barata, para poder soportar la soledad.

Hay días en los que el poeta añora y sigue los pasos de Sidharta, en otros es un simple mortal con aspiraciones mundanas, viaja por el mundo convertido, por decirlo de otra manera con el disfraz de un demente, siempre, siempre en busca de la paz, de lo inalcanzable e inexplorable para el hombre.

La última tarea del poeta es encontrar la caja de Pandora, en eso centra su fe. Pero no sabe que ésta ha sido destruida, que ya no queda nada, sólo vivir, soñar... creer que el tiempo cura siempre las heridas.

¡Maldita la vida¡ ¡Mil veces maldita! ¡Maldito todo y a la vez nada! ¡Maldito yo, el poeta, el destino, todo, nada: el sueño, el sueño, el sueño... esta amargura!

Hoy que decido plasmar la vida del poeta se cicla la computadora y se pierden las mejores líneas, la declaración hacía la musa... y la mente no ayuda, no se acuerda de ellas. ¿Cuál final? No lo sabe, no logra traerlo, está perdido en las marañas de la mente... Ahora es otro, otro final.

Las dudas son las mismas de siempre, y el hambre crece. A veces imaginó al poeta y a su musa, su primera vez, y surge una voz, un canto que termina con la ilusión. Todo es blanco, blanco. ¿Dónde están: El poeta, la musa, yo?

Comentarios

Entradas populares