OBSERVACIONES

(25 de noviembre de 2005)

La necesidad de hablar, de no sentirse solo, de poder decir que la vida tiene algo de color, que no siempre es gris, de que al menos servimos para algo.
Uno siempre esta analizando las cosas tratando de darle sentido a nuestra existencia…, pero es difícil lograrlo, la mayoría o casi siempre, nos perdemos en nosotros mismos, nos alejamos de todo, para encerrarnos en nuestras dudas y desconfianzas, en espera de cambiar mágicamente, dejándolo todo al destino, a los dioses, a los horóscopos, a los amuletos, etc.
En estos días que he estado vendiendo pinos navideños, musgo, paistle y luces, me enclaustré en mis frustraciones, en un mundo de hubieses, aletargando el dolor y peso de la existencia, se dejarle paso al flujo que otorga la vida, ¿Para qué?, si ya nada importaba y todo esta perdido…
Lo único que pude hacer fue observar a mi tío José, tratar de entender su soledad, de su necesidad de hablar —mi reflejo, mi necesidad de callar (de estar hablando mentalmente siempre), por no querer herir a la gente, por no pensar como los demás—, de expresarse con cada cliente, además de ir más allá de un simple intercambio de bienes, ir del terreno de la mercancías al de la ideas, ilusiones y sueños. De saber que un simple saludo, una palabra de agredecimiento, basta para robar una sonrisa y dar alivio a la agonía de ser un simple mortal.
Buen día, qué se le ofrece, le gusta este. Este o este, le doy este otro, le ofrezco precio, déme tanto, bueno se lo doy más barato, qué le parece, le gusta, le enseño otro, algo más, muchas gracias, para servirle, buena suerte y felices fiestas, y un sin fin de palabras más, que muchas veces en mi cerebro no tienen entrada.
Pero creo y al final de cuentas no soy nadie para juzgar, simplemente un mortal que escribe y huye día a día del rencor; o simplemente un sueño dentro de un sueño.

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