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La confesión de un abatido.
Sin ánimo, sin fuerza y sin energía.
Sapiente de que no existe cura alguna.
Hoy los caminos son algo desolados.
Con la cabeza inclinada hacía abajo.
Los ojos desorbitados.
En sus pensamientos retraídos.
Sin sed, sin hambre, sin sueño.
Deambulante sin destino.

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